«ESTO ES FUTBOL, NO LA CATEQUESIS»

Hace cuatro años que la selección española de futbol inició un ciclo triunfal que se puede cerrar esta noche con un rotundo balance de dos Eurocopas y un Mundial. Durante estos años se han establecido numerosas analogías entre la selección y el FC Barcelona hasta el punto de identificar sus estilos bajo el denominador común del tiqui-taca. Esta identificación es por lo menos grosera, pues si bien es cierto que los dos equipos comparten  la utilización estratégica de la posesión del balón lo hacen representando esquemas tácticos claramente diferenciados.

También se ha querido buscar una analogía entre la personalidad de Pep Guardiola y la de Vicente del Bosque, ambos de carácter afable y poco dado a la bronca, elegantes en el trato y la palabra. Pero esta comparación también es superficial, del Bosque no tiene ni un ápice del carácter mesiánico y evangelizador de Guardiola. Y mientras que el estilo de juego es para Vicente del Bosque un resultado de los jugadores con los que cuenta para Guardiola es más bien un acto de fe, una convicción en la superioridad de un estilo de juego sobre los otros. Mas que como El Filosofo, Guardiola habría jugado el papel de evangelista.

Sea como fuera su mensaje ha calado. Hace unos meses concluimos en otra entrada que “lo maravilloso del fútbol y de los filósofos del juego bonito es que han hecho de la necesidad virtud y han convertido algo que simplemente está desregularizado [la posesión del balón que en otros deportes está acotada y reglamentada] en el verdadero canón estético del fútbol”.  Pues bien, ahora nos encontramos con este fragmento extraído de una entrevista  a Vicente del Bosque para el diario As:
“¿Cuándo maduró lo del falso nueve?
Como consecuencia de que Pirlo y De Rossi inician muy bien el juego y queríamos taponarle la salida del balón.
¿Eso significa jugar en función del rival?
¿Y por qué no? Tampoco somos tan soberbios para decir que no tenemos que pensar en el contrario. Entonces no iríamos ni a ver los partidos de los rivales, ¿para qué vamos a ir? Si fuéramos tan buenos y tuviéramos esa soberbia, que es malísima, malísima compañera, diríamos: nosotros vamos a lo nuestro. Claro que vamos a lo nuestro, pero hay detalles del rival que debemos contrarrestar. Ya dije que esto es la Eurocopa, que aquí están las mejores selecciones de Europa y que hay que estudiar cada detalle”

La acusación (pues no se le puede llamar pregunta) del periodista de jugar en función del rival sólo es imaginable en un mundo en el que el mensaje de  Guardiola ha triunfado,  en el que el estilo es innegociable independientemente del rival y de las circunstancias. Pero el seleccionador se nos revela como de la vieja guardia y su respuesta lo separa definitivamente del pensamiento Guardiola.

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EN SERIO CON LAS SERIES

En la vida cotidiana manejamos las ideas de una manera práctica, heurística, como si realmente supiéramos lo que queremos decir y como si lo que decimos sólo tuviera una lectura posible. Tratamos unívocamente ideas complejas y soterramos bajo su aparente uniformidad todo un entramado de relaciones complejas; cada uno dice lo que quiere y el que escucha entiende lo que le da la gana. Procedemos, en definitiva, como sofistas con ideas como Democracia, Cultura, Ciencia, Igualdad. La labor del filósofo, por el contrario, consiste en desenmarañar estas ideas y pulirlas hasta que cumplan el precepto cartesiano de la claridad y la distinción. Esto puede parecer un tema muy serio y aburrido, ocurrencias de filósofos que tienen demasiado tiempo libre. Yo, que no soy filósofo y que de tiempo libre ando bastante escaso, voy a intentar ilustrar esta cuestión con un ejemplo cercano.

Una de estas ideas cuya aparente claridad viene dada por su indefinición es la idea de unidad y la relación de las partes con el todo. Todos creemos saber en que consiste tal cosa y si yo os dijera, por ejemplo, que la justicia, la sensatez y la piedad son partes de la virtud no tendríais ningún problema en entender lo que os estoy diciendo y podríamos empezar a discutir sobre el tema inmediatamente. Vosotros me podríais decir que si la piedad sí que si la piedad no, pero ninguno (los filósofos no contáis) me contestaríais lo que Platón le contestó al sofista:

 – ¿Qué clase de unidad es la virtud? La justicia, la sensatez y la piedad ¿son partes de la virtud, o bien éstas que acabo de nombrar son todas nombres de una sola realidad? Esto es lo que quiero saber.
– Fácil resulta, Sócrates, responder a esto: al ser la virtud una, son partes las que mencionabas.
¿Son partes a la manera que la boca, la nariz, los ojos, los oídos, son partes del rostro, o la manera en que lo son las partes del oro, que en nada difieren entre sí y cada una con respecto el todo, excepto en la grandeza o la pequeñez?

El acierto de Gustavo Bueno fue convertir este texto marginal del Protágoras de Platón en una de las distinciones básicas del materialismo filosófico: la que diferencia entre totalidades atributivas (la cara con respecto a sus partes) y totalidades distributivas (los lingotes de oro). En un caso las partes aparecen vinculadas entre sí, referidas las unas a las otras, mientras que en el otro caso las partes se relacionan directamente con el todo, lo ejemplifican, independientemente de que puedan establecerse relaciones entre ellas.

Me diréis que os había prometido un ejemplo cercano y, en lugar de eso, me he ido 2500 años atrás para hablaros de Platón y de las totalidades atributivas y distributivas. Pero no desesperéis que todo llega en la vida.

Seguro que la mayoría de vosotros seguís alguna serie de televisión. Si no es Perdidos, habréis visto Juego de Tronos y si no Los Simpson, Friends o Aida. Pues bien, si aceptamos que cada serie es una totalidad y que los capítulos son sus partes, podríamos preguntarnos, siguiendo a Platón, si estas partes siguen el patrón de la nariz y la boca con respecto a la cara o, por el contrario, se comportan como los lingotes con respecto a la barra de oro.

Intuitivamente se puede apreciar diferencias entre unas series y otras. Pero no podríamos hacerlas explicitas de no haber diferenciado antes entre especies de totalidades. Así unas series funcionan como totalidades atributivas (Perdidos, Juego de Tronos, 24) en las que los capítulos se interrelacionan unos con otros y no se entienden por separado (no constituyen unidades aisladas), mientras que otras conforman totalidades distributivas (Los Simpson, Cheer’s, Friends) donde cada capítulo reproduce unos esquemas determinados que permiten una mayor independencia (sin por ello dejar de estar relacionados). Es por ello que en unas series tenemos la sensación de no poder perdernos ningún capítulo porque si no “perdemos el hilo” mientras que en otras esta exigencia de fidelidad no es tan estricta. Y lo dicho de las series televisivas se podría extrapolar a las series cinematográficas. Pocos empezarían El Señor de los Anillos o El Padrino por la segunda película pero no tendrían inconveniente en ver primero Indiana Jones en la Última Cruzada antes que En busca del arca perdida o ver Torrente 3 sin haber visto ninguna de las anteriores.

Si, después de todo, os sigue pareciendo la filosofía como algo inútil, propio de gente ociosa, intentad explicarlo renunciando a las herramientas que nos brinda la filosofía.

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A VUELTAS CON DESCARTES: ORIGEN

 

Implantando ideas.

¿Cuál es el parásito más resistente? ¿Una bacteria? ¿Un virus? ¿Una lombriz intestinal? Una idea. Resistente, muy contagiosa. Una vez que una idea se ha apoderado del cerebro es casi imposible erradicarla. Una idea totalmente formada y entendida se queda ahí.

Ya dijimos, a la hora de comentar El show de Truman, que la hipótesis del genio maligno en versión cinematográfica ha adoptado dos vestimentas claramente diferenciadas: por un lado se nos ha representado como un genio maligno que actúa paratéticamente, colándose en la mente de sus victimas para engañarles  y, del otro lado, se nos ha representado apotéticamente, actuando a  una escala más etológica, donde el engaño se asemeja más a la tela que teje la araña para atrapar a su victima. Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010) caería del lado del primer grupo.

Origen parte de la premisa freudiana de que los sueños son el portal de entrada al subconsciente y es la herramienta de la que se sirven Cobb y su equipo para extraer los secretos mejor guardados de sus victimas a través del sueño compartido. Como Cobb le explica a la nueva arquitecta, “tu creas el mundo del sueño, nosotros colocamos al sujeto en el sueño y él lo llena con su subconsciente”. Como vemos lo mismo son espías que podían haber sido psicoanalistas.

El éxito de su trabajo se fundamenta en la dificultad que tiene la victima para distinguir el sueño de la vigilia (“los sueños nos parecen reales mientras los tenemos, sólo cuando nos despertamos nos damos cuenta de que algo no cuadra”) por lo que en este punto la conexión con Descartes ya es evidente, al ser ese  el segundo supuesto sobre el que asentaba su duda metódica.

La trama de la película se centra en el nuevo encargo que reciben Cobb y sus colaboradores. Ahora no se trata ya de extraer información sino de implantarla (eso es a lo que refiere “origen”), dejarla alojada en el subconsciente de la victima para que crezca como una semilla y se apodere de su mente.  “Se necesita la visión más simple de una idea para que ésta se desarrolle de la forma mas natural en la mente del sujeto”. La victima es Robert Fisher, el heredero de una gran empresa energética al que deben inducir para que desmantele el imperio de su padre. Para ello disponen de las diez horas del vuelo Sidney-Los Ángeles, tiempo en el que se desarrollará el “sueño compartido”.  Hay que tener en cuenta que según la película a cinco minutos reales le corresponde una hora en el sueño y teniendo en cuenta que establecen otros dos niveles más de sueños dentro del sueño es de suponer que disponen de tiempo más que suficiente. Como era de esperar , al tratarse de una película de acción, la cosa se complica y finalmente no les sobrará precisamente el tiempo.

Para que el engaño surta efecto es necesaria, en primer lugar, la participación del químico. Será el encargado de preparar el sedante adecuado para garantizar el sueño durante tantas horas y con tanta profundidad. En segundo lugar, es imprescindible la participación de la arquitecta que es quien tiene que decorar y dar verosimilitud a los sueños de Fisher. También se necesita un falsificador capaz de adoptar en los sueños diferentes personalidades con las que poder ´ganarse la confianza de la victima. Y, por último, tenemos la maquina que hace posible todo el invento, que conecta todos los sueños en un escenario común  Estos son los instrumentos de los que se sirve el genio maligno para envolver la conciencia de su presa.

En el comentario de El show de Truman dijimos que la versión paratética del genio maligno irremediablemente se vería abocada a presentar una visión reduccionista de la mente: o bien mentalista o bien fisicalista. Parece claro que en el caso de Origen nos encontramos con su vertiente mentalista, puesto que los que entran finalmente en juego son las propias proyecciones conscientes e inconscientes de los personajes. Las mentes se comunican e interactúan. Si de El show de Truman dijimos que presentaba una versión digerible de la hipótesis del genio maligno para los presupuestos del materialismo filosófico, no podemos decir lo mismo de Origen pues su versión idealista de la hipótesis la sitúa más bien en la orbita del mentalismo y el psicoanálisis. Se trata, en definitiva, del engaño propio de la hipnosis.

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iTUNES U

Es posible simplificar sin caer en la caricatura. De hecho, eso hacen los buenos profesores: transmiten un esquema veraz pero simple, una plantilla que los alumnos pueden ir afinando por su cuenta. Una buena muestra es este curso introductorio de Peter Millican. Lo recomiendo a cualquiera como una práctica de inglés y, en especial, a los profesores de filosofía para que imiten la exposición inteligible, ordenada y clara. Se puede descargar entero en iTunes U, la sección de iTunes dedicada a la universidad. En ella están disponibles cientos de cursos sobre filosofía. En algunos, el sonido parece salir de un transistor, en otros, sin embargo, los defectos de contenido se perciben en estéreo.

Hay un tipo de estudiante que oculta sus fuentes. Se resiste a compartirlas por vanidad, con la esperanza de retrasar el descubrimiento de que su agudeza es, a fin de cuentas, un talento locuaz para la paráfrasis, para el remiendo y el gato por liebre. Nosotros tenemos otros vicios, pero menos repugnantes; lo que encontramos interesante aparece aquí.

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NÚMERO TREINTA Y CUATRO

METASCIENTIA: Teorías de la ciencia a la luz de los neutrinos, por Bruno Cicero

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TEORÍAS DE LA CIENCIA A LA LUZ DE LOS NEUTRINOS

Desde que allá, por septiembre del año pasado, investigadores del CERN encontraran “evidencias experimentales” de que los neutrinos podían viajar a una velocidad superior a la de la luz hasta su fatal y decepcionante desenlace, hemos asistido a un periodo en el que la incontinencia especulativa ha sido la tónica general. Esto ha sido así hasta el punto de que, estas partículas subatómicas, han pasado de ser un concepto más o menos marginal dentro de la física de partículas a convertirse en trending topic de corrillos y tertulias.

La cuestión de fondo era que estos resultados experimentales entrarían en conflicto con  el supuesto básico de la teoría de la relatividad que defiende que ningún cuerpo puede viajar a una velocidad superlumínica. “Los neutrinos ponen en jaque la teoría de Albert Einstein”, “Golpe a la relatividad”, “¿El fin de la teoría de la relatividad?”… son algunos de los titulares con los que los medios recibieron la inquietante noticia. Hubo unos cuantos a los que, ante esta posibilidad, sólo les faltó aplaudir con las orejas y no porque se abriera paso a los viajes en el tiempo y a contactos con otras civilizaciones extraterrestres (ahí sólo aplaudía Iker Jiménez y sus colaboradores de Cuarto Milenio) sino porque este hallazgo parecía confirmar una creencia mucho más arraigada en nuestros días: la contingencia de las verdades científicas.

El hecho de plantear la cuestión en estos términos es ya indicativo de una determinada concepción acerca de lo que sea la ciencia. Una vez descubierto el fallo, los principales damnificados de todo este asunto no son ni los científicos del CERN ni, por supuesto, el bueno de Albert Einstein, sino las propias teorías de la ciencia que han servido de soporte para tanta especulación. La cuestión ahora es ver cuáles han sido estas teorías y en que medida se han visto afectadas.

En la búsqueda del culpable, la primera pista con la que nos encontramos es que, en todo momento, se ha planteado la cuestión como un supuesto conflicto entre una teoría por un lado, y unos hechos por el otro. De esta manera, teoría y  hechos seguirían cursos paralelos, cada uno con una realidad independiente. De las cuatro familias de teorías de la ciencia que distingue la Teoría del cierre categorial, tres asumen esta distinción por lo que sólo podemos exculpar hasta el momento al circularismo que, por definición, es “toda teoría de la ciencia que termine, no ya ignorando, sino negando la distinción hipostasiada entre la forma y la materia de las ciencias”.   Para el materialismo filósofico las teorías científicas no explican los hechos ni los describen sino que, en todo caso, se construyen con los hechos. Hechos y teorías podrán ser disociados pero en ningún caso distinguidas como entidades separadas. Es por esto por lo que no tendría sentido desde parámetros circularistas plantear la problemática de los neutrinos en los términos que se ha planteado. Entre otras cosas porque sólo con un alarde de imaginación se pueden considerar los neutrinos como hechos puros dados en la Naturaleza.

Cualquiera de las otras tres familias de teorías daría cobertura a esta polémica aunque los términos del conflicto fueran diferentes. Y esto es así porque las tres comparten la asunción de los hechos como realidades dadas al margen de las teorías, que serán descritos por estas (descripcionismo),  las falsaran o verificaran (teoreticismo) o, por el contrario, se adecuaran a ellas (adecuacionismo). Las diferencias entre unas y otras vendrán determinadas por el lugar en el que se coloque el acento de la verdad científica.

El descripcionismo coloca el acento en los hechos, “interpretando a todas aquellas cosas que puedan encontrarse asociadas al proceso científico (lenguaje, instituciones sociales, experimentos, manipulaciones con aparatos, libros, razonamientos, …) como formas que, más que contribuir a la conformación o constitución de la verdad científica (que se supone ya dada) estuvieran destinados en un principio, a titulo de métodos, a facilitar el acceso a las verdades manifestadas por las descripciones de los hechos o de los fenómenos”.  La verdad en este caso se nos presenta como aletheia, como desvelamiento de la realidad. En nuestro caso, a la física no le queda otra cosa que amoldarse a los hechos, y si los neutrinos fueran finalmente más rápidos que la luz se tendría que plegar a esta circunstancia. Son los hechos los que marcan el paso.

Para el teoreticismo, por el contrario,  la verdad científica caería del lado de la teoría, de la forma. Desde esta perspectiva verdad vendría a significar coherencia del corpus teórico. Pero “en la medida en que se suponga la posibilidad de sistemas coherentes que, sin embargo, no son científicos (incluso pueden ser metáfisicos) es evidente que el teoreticismo tendrá que volverse de algún modo a la materia. Este es el verdadero problema de fondo que, a nuestro juicio, se encierra tras el problema de la demarcación” En la versión más refinada del teoreticismo sería a través de la falsación como se establecen estos contactos con los hechos. Las verdades científicas se nos presentan, desde esta perspectiva, como provisionales pues tienen que poder ser falsadas para ser científicas. Ésta parece ser la concepción de la ciencia más seriamente comprometida por el caso de los neutrinos, que habrían venido a falsar la teoría de la relatividad que hasta la fecha se había mostrado solvente.

Por último, el adecuacionismo, que sitúa la verdad no en la forma ni en la materia, sino en la adecuación de forma y matería, sumaría las desventajas del teoreticismo a las del descripcionismo y en nuestro caso también supondría un rechazo a la teoría de la relatividad pues ya no encaja con la nueva realidad aportada por los neutrinos superlumínicos.

El problema no es, en este caso, si la verdad se coloca del lado de la teoría o del lado de los hechos porque en ambas situaciones el resultado es el mismo, el problema estriba en la propia distinción entre hechos y teorías que es la que posibilita semejantes falacias.

Por último, sería oportuno señalar que el principio por el cual la teoría de la relatividad mantiene constante la velocidad de la luz y que determina que ningun otro cuerpo pueda superar esa velocidad, no es en modo alguno una verdad contingente, que se encuentre aislada de otros postulados cientificos y que pudiera ser derribada manteniendo en pie el edificio. En este principio confluyen, por el contrario, tanto el principio de relatividad de Galileo como las ecuaciones de transformación de Lorenz o la propia ecuación relativista (e= mc2) entre otras. Con semejantes mimbres bien se puede hacer un cesto

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NÚMERO TREINTA Y TRES

A HOMBROS DE PLATÓN: Ante la propuesta de reforma de la ley del aborto, por Nicolás Azcona.

SECUENCIAS: The Artist y la esencia del cine por Bruno Cicero.

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ANTE LA PROPUESTA DE REFORMA DE LA LEY DEL ABORTO

Análisis ético

En esta entrada se parte de los principios de la ética materialista tal como han sido expuestos por Gustavo Bueno y David Alvargonzález. En virtud de dichos principios, se considerará “ética” a toda acción humana que esté formalmente orientada al mantenimiento de la fortaleza del sujeto humano y, por tanto, que suponga la salvaguarda de la integridad física y psicológica del individuo humano corpóreo. La fortaleza de carácter se entenderá como firmeza cuando vaya dirigida a uno mismo y como generosidad cuando se dirija a los otros.

Para determinar cuál es la referencia efectiva de la ética, es necesario considerar la distinción entre individuo y persona, supuesto que no son la misma cosa. Un individuo humano es un sujeto biológico humano indivisible, dotado de una identidad genética y somática. En la escala ontogenética (la del desarrollo de un organismo particular), el individuo humano nacido se irá convirtiendo en persona progresivamente cuando empiece a hablar, y cuando ingrese, por derecho propio, en ese mundo de normas y valores éticos, morales y políticos que conforma la “sociedad de personas”.

La vida personal se constituye como tal a través de la inserción objetiva del individuo humano en un mundo de valores éticos, morales y políticos. Por eso, la vida personal es, por su propia naturaleza, objeto de consideración ética. Por su parte, el individuo humano es condición sine qua non de la persona humana. Sin individuo no hay ni puede haber persona. Esta circunstancia hace que también el individuo sea, a través de la persona, objeto de consideración ética. La relación entre el individuo humano y la persona humana puede considerarse canónica cuando se da la correspondencia entre un individuo humano biológico y una persona humana. La presencia de un individuo humano, sin la correspondiente presencia de una persona humana, es una de las posibles “desviaciones” de la situación canónica. Dicha desviación obliga a considerar cuál es estatuto ético de un individuo no personal. Se hace necesario, en este punto, distinguir dos situaciones: la del individuo que, no siendo persona en acto, lo es en potencia; y la del individuo que, no siendo persona en acto, tampoco lo es en potencia. El primer caso entra dentro del campo de la ética, dada la conexión virtual entre la vida individual y la vida personal. El segundo plantea una dificultad característica: la desconexión objetiva entre la vida individual y la vida personal actúa a modo de fuerza centrífuga, empujando al individuo no personal fuera del campo de la ética; la prudencia y el afán por reconocer visos de vida personal actúan, por su parte, a modo de fuerza centrípeta, contrarrestando la anterior y procurando mantener al individuo en el campo de la ética. Según lo dicho, la ética exige la conservación de los individuos que, no siendo personas, están camino de serlo (embriones, fetos, neonatos, infantes); también la de aquellos individuos cuya personalidad ha “desfallecido” de forma temporal y reversible (sujetos profundamente dormidos, etc.) o que se hallan en las primeras etapas de un proceso de desvanecimiento personal irreversible (fases iniciales de la enfermedad de Alzheimer). La cuestión es más problemática, sin embargo, cuando hablamos de individuos que no llegarán a desarrollarse como personas más que en un grado infinitesimal (anencefalia, parálisis cerebral, etc.). En estos casos puede estar éticamente justificado el aborto provocado eugenésico, como se verá más adelante. También es problemática la situación de individuos que, no habiendo muerto, han desfallecido de forma irreversible como personas (últimas fases de la enfermedad de Alzheimer, estado vegetativo permanente, etc.). En estos casos, puede estar éticamente justificada la eutanasia.

Desde el momento de la implantación del embrión humano en el útero, nos encontramos ante un individuo humano en formación dotado de una identidad genética y somática irreductible a la de sus progenitores. En condiciones normales, dicho individuo acabará siendo una persona humana. Por tanto, y sin lugar a dudas, la ética exige su protección. Sin embargo, en determinadas circunstancias, puede producirse una situación de conflicto objetivo entre los dos individuos involucrados en el embarazo, a saber, la madre y el embrión o el feto. Cuando se trata de un embarazo producido de intento y con un embrión sano, ese conflicto no se da. Sin embargo, existen cuatro circunstancias en las que el conflicto aparece y en las que el aborto provocado es éticamente legítimo.

  1. Cuando el embarazo se ha producido por violación, en contra de la voluntad de la madre, parece lógico que no se puede exigir a la mujer violada que continúe con un embarazo que ella no buscó; un embarazo del que no es responsable y que, de llevarse a término, tendría como producto un hijo cuyo padre biológico sería el violador. Esta situación justifica que el amparo de la mujer y de su propia firmeza pese más que la generosidad hacia el embrión.
  2. Otro caso que también plantea un conflicto entre la generosidad hacia el embrión o el feto y la firmeza de la madre es el del llamado aborto provocado eugenésico. Es la situación en la que se pueda determinar la existencia de malformaciones graves del embrión o el feto. En estos casos el aborto sería éticamente legítimo en la medida en que pueda considerarse que la firmeza de la madre quedaría comprometida ante la perspectiva de llevar a término el embarazo de un embrión o un feto malformado. Por eso, en el conflicto entre la madre y el embrión, la mujer puede optar por la firmeza propia para asegurar su supervivencia.
  3. La situación más clara en la que el conflicto entre el embrión o el feto y la madre es objetivo se da cuando el embarazo pone en grave riesgo la vida o la salud de la mujer embarazada, porque, entonces, la firmeza de la mujer, la exigencia de seguir viviendo, compromete de manera radical la generosidad hacia el embrión.
  4. Por último, podría reconocerse la existencia de un conflicto objetivo entre el embrión o el feto y la madre cuando el embarazo, no siendo buscado, sobreviene de forma accidental por fallo de los métodos anticonceptivos empleados por la mujer y el hombre coimplicado en el proceso. En este tipo de situaciones, la virtud de la generosidad exigiría llevar a término el embarazo y preservar la vida del embrión o el feto que, una vez nacido, podría ser dado en adopción, en el caso de que sus padres biológicos no quisieran hacerse cargo de él. Pero no es nada evidente que ese comportamiento generoso pueda reivindicarse como norma ética general, ya que no todas las mujeres tienen por qué partir de una situación de fortaleza tal que les permita afrontar, sin resentimiento de su propia firmeza, un embarazo no buscado y que, de hecho, se ha procurado evitar de forma activa mediante el uso de los métodos anticonceptivos disponibles.

Es necesario discutir también la situación del aborto provocado cuando afecta a embarazos normales (con fetos bien formados) que son fruto de una práctica sexual consentida no acompañada de los preceptivos métodos anticonceptivos. En nuestro entorno, la información sobre anticoncepción es fácilmente accesible y existe una amplia gama de métodos anticonceptivos a disposición de las parejas y a precios asequibles. La mujer que, no habiendo usado dichos métodos, intenta justificar el aborto provocado en el hecho de “no haber sido deseado el embarazo”, incurre en una manifiesta incoherencia entre sus actos anteriores, al practicar sexo heterosexual sin medidas anticonceptivas, y la situación actual de no desear el embarazo. En este caso el aborto provocado no está amparado por ninguna causa objetiva, es enteramente gratuito, y constituye una falta ética contra el feto. Este tipo de aborto, éticamente reprobable, podría ser contemplado como una infracción que debiera acarrear contraprestaciones, como servicios a la comunidad, fuertes multas o cursos obligatorios de reeducación.

Análisis político

La ley española de 1985 reconocía tres supuestos de despenalización del aborto que coinciden con las tres primeras situaciones de conflicto objetivo entre el feto y la madre que hemos expuesto más arriba. Dicha coincidencia pone de manifiesto la pretensión de la ley de ajustarse a la ética, despenalizando el aborto en tres de los cuatro casos en los que éste está éticamente justificado. El cuarto caso, no contemplado por la ley, es el de un embarazo que, no siendo buscado, sobreviene por fallo de los métodos anticonceptivos empleados.

El primer supuesto recogido por la ley despenalizaba el aborto por riesgo para la vida o la salud física o psíquica de la madre. Como es sabido, la cláusula de la salud psíquica se convirtió en un coladero, dando lugar a una aplicación fraudulenta de la ley que permitía la existencia, en España, como cuestión de hecho, del aborto libre y sin plazo. En la práctica, la mujer que quería abortar (por las razones que fueran) acudía a la consulta de un psiquiatra que, en unos pocos minutos, diagnosticaba con su “ciencia” psiquiátrica que, si la mujer continuaba con el embarazo, se pondría en grave peligro su salud psíquica. El ginecólogo y su equipo, ante tal diagnóstico “científico”, provocaban a la mujer gestante el aborto para salvarla de ese peligro que amenazaba gravemente su salud psíquica. En España era muy fácil, pues, abortar en las clínicas privadas, aunque era mucho más difícil que el Estado cubriera los gastos de un aborto en la sanidad pública, una situación que establecía una clara discriminación por razones económicas.

La actual ley de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo declara el derecho de la madre a disponer de su cuerpo y emplea el eufemismo “interrupción voluntaria del embarazo” para sustituir al sintagma “aborto provocado”. El otro organismo involucrado (el embrión o el feto) no aparece, pues, por ningún lado. Sin embargo, la realidad, por más que quiera enmascararse, es que reconocer el derecho de la madre a interrumpir su embarazo no es otra cosa que reconocer su derecho incondicional (aunque dentro de un plazo) a destruir el embrión o el feto que está gestando, sin tener en cuenta las posibles implicaciones éticas de ese acto, sin discernir en qué casos está justificado y en cuáles no. La ley actual, pues, se desmarca de la ética, ya en su misma formulación, no tiene inconveniente en conculcarla y es, en este sentido, menos “virtuosa” que la ley de 1985.  No obstante, tiene ventajas importantes en su aplicación práctica, pues no incurre en fraude, impone un plazo límite y no introduce discriminaciones por motivos económicos, al prever la cobertura universal de los gastos del aborto provocado en la sanidad pública por el Estado.

El actual ministro de justicia propone volver a la ley de 1985, pero articulando los mecanismos necesarios para ejercer un mayor control que permita acabar con el “coladero” representado por la cláusula de la salud psíquica. El objetivo es regresar a una ley más ajustada a la ética, pero evitando su aplicación fraudulenta, que había supuesto, en la práctica, la existencia del aborto libre y sin plazo en España. A la espera de la concreción del proyecto, quisiera señalar, simplemente, algunos aspectos que me parecen problemáticos:

–          No se contemplaría la despenalización del aborto por fallo de los métodos anticonceptivos, aun cuando podría estar éticamente justificado, como hemos intentado mostrar. Parece que solo una ley de “aborto libre” puede dar amparo a esta situación, pues una ley restrictiva, ante la imposibilidad de discernir si la mujer gestante que quiere abortar se ha quedado embarazada por negligencia o por fallo de las medidas anticonceptivas tomadas, tenderá a asimilar el segundo caso al primero, y no dará, en definitiva, amparo legal a ninguno de los dos.

–          Podría desencadenarse un “turismo del aborto” de mujeres españolas que, ante la imposibilidad de abortar en España sin contraprestaciones legales, y en el supuesto de que dispusieran de capacidad económica, viajarían a otros países con leyes de “aborto libre” para someterse a la operación.

–          Podría florecer un circuito de “clínicas” clandestinas que practicarían abortos, sin el control sanitario requerido, a aquellas mujeres que no pudieran costearse el viaje a otros países.

Cabe pensar que una ley restrictiva como la que se propone podría tener la virtud de propiciar, en base a su capacidad coercitiva, un comportamiento más ético por parte de la sociedad, y determinar, en concreto, un descenso del número de “abortos negligentes”, que son la mayoría. Sin embargo, a la hora de inculcar hábitos sociales, una ley no es suficiente si no va acompañada de un esfuerzo real en el terreno educativo.

 

 

 

 

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THE ARTIST Y LA ESENCIA DEL CINE

Si ya de por sí, en los tiempos que corren, es difícil encontrar llena una sala de cine, hacerlo para ver una película muda y en blanco y negro, parece más bien un milagro. Pues bien, ayer fui a ver The Artist y con decir que me tuve que sentar en la siempre cómoda y agradable cuarta fila, creo que es suficiente. Punto para el equipo de Hazanavicius.

La película, a pesar de contener tres o cuatro momentos magníficos, difícilmente hubiera pasado la criba de público y crítica de no ser por su apuesta estética. La trama no deja de ser una revisión en tono romántico de la obra maestra de Billy Wilder, El crepúsculo de los dioses (1950), pues como ella, nos cuenta el proceso de declive de una gran estrella del cine mudo incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos venidos de la mano del sonoro. Es, por tanto, en su sintaxis donde hay que buscar su especificidad.

La elección “formal” de la película puede haber respondido a dos tipos diferentes de exigencias. La primera es de carácter “filológico”, que buscara el rigor histórico no sólo en la vestimenta de los personajes, coches y demás elementos de atrezzo sino también en la propia manera de hacer la película, en la fidelidad al modo de hacer películas de la época. La apuesta estética desde esta perspectiva quedaría ciertamente relativizada, sería como aquella otra de Mel Gibson de usar el arameo y el latín para rodar su Pasión de Cristo. Así, tan importante sería en la pelicula el uso del formato académico (1:33:1) como el rodaje en blanco y negro o la ausencia de diálogos hablados.

La otra posibilidad es bastante más jugosa, la elección de un estilo en lugar de otro, no respondería a exigencias de la historia, sino que sería una elección del director con la que pretende decirnos algo. Cuando elige hacer una película muda lo que estaría haciendo es defender una determinada tesis sobre el cine y su historia: el director nos estaría diciendo que en la época del cine digital y en 3D, de los efectos visuales y las pantallas panorámicas, es posible aún volver a los orígenes y tratar de rescata la “esencia” inmutable del cine. El cine sería esto que vemos en The Artist, todo lo demás es cosmética. Los cambios que los años han traído consigo no han hecho sino envolver esta esencia debajo de unas cuantas capas de barniz. Sólo era necesaria mostrarla tal cual era en realidad, para que público y crítica quedaran iluminados ante su belleza.

Pero no todos las innovaciones en la historia del cine han sido cosméticas, superficiales. Puede que lo fuera la introducción del color o los diferentes formatos cinematográficos. Pero la transformación del cine mudo al sonoro no tuvo nada de cosmético (aunque esa pudiera ser la intención inicial de los grandes productores) pues supuso una verdadera vuelta del revés en el modo de hacer cine. Todo cambió, el número de planos, la duración de los mismos, el montaje, las técnicas de interpretación… No hubo refugio alguno en el que se pudiera resguardar la supuesta esencia inmutable del cine.

Y es en este punto donde la película hace trampa, pues nos presenta una película muda con la sintaxis de una película moderna. Como si la introducción del sonoro hubiera sido un cambio cosmético más que, en todo caso, sólo afectase a las nuevas exigencias para los actores.

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NÚMERO TREINTA Y DOS

LOS MITOS DEL PRESENTE: De la lotería, por Bruno Cicero.

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